campaña "el cuidado de nuestro planeta"
sábado, 7 de junio de 2014
jueves, 22 de mayo de 2014
poemas nuevos por los alumnos de sexto grado

Adiós
escuela querida
Nunca en mi vida te olvidare
Me voy triste y adolorida
Porque ya pronto terminare
No se me olvidaran los años
Felices de una única vida,
Si estos años te hice daños
Nunca borrare esos días.
Mis compañeros no olvidaré,
En especial a estos amigos
Gali una amiga que no perderé,
Yulien critico, enemigo.
Maestro le doy las gracias
Para educarme para el futuro,
Estos trabajos que son poesías
Espero y siempre perduren.
Autor: Ana
Briseida Landaverde Martínez.
Gracias escuela escuela
Adiós escuela estuve contigo
preparando el futuro
tu que me advertiste de peligros
y engaños tu que me distes
la sabiduría para
enfrentar el mundo
a lo largo de los años
gracias a ti cuatro paredes y tu alma
basta para enamorar el corazón.
Julián Landaverde Hernandez
miércoles, 21 de mayo de 2014
ADIÓS QUERIDA ESCUELITA
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Escuela Primaria Renacimiento Cruz Blanca,Huehuetlan,S.L.P. |
ADIÓS QUERIDA ESCUELITA
Hoy quiero decirte escuela mía
Que me albergaste durante años
Despertaste mi alma que dormía
Perdón si algún día te hice daños.
Todos los días de primavera
No recuerdo algún día triste
Olvidarte jamás quisiera
Tu, mi segunda madre fuiste.
Algún día volveré triunfante
Y con la frente muy en alto
Seguiré siempre adelante
Enseñanza me hace diestro
Mucho amor afecto y su instrucción
Gracias te doy querido maestro.
domingo, 19 de enero de 2014
LEYENDAS MEXICANAS
LEYENDAS MEXICANAS
EL LEÓN DEL SEÑOR SAN JERÓNIMO”
Se cuenta que el Señor San Jerónimo, santo patrón de este
lugar, tenía un león a su lado; pero la ciudadanía de aquel entonces, empezó a
preguntarse el por qué; ya que esto no era correcto en su papel de patrono de
pueblo. Unos afirmaban que debía tenerlo, otros que no, en fin, se pusieron de
acuerdo y se lo quitaron.
No se sabe si fue la fe, la superstición o el temor por
habérselo quitado, pero se dice que después de algunos días empezó a escucharse
el rugido de un león por las noches, y al amanecer se encontraban los restos de
animales como perros, borregos, becerros y hasta burros, como indicio de que
dicho animal los mataba y se los comía.
Ya la gente no salía cuando empezaba a obscurecer, todo
mundo atrancaba las puertas por temor a que el animal entrara a sus casas.
Cuenta un sacristán, que estuvo durante 60 años en este
oficio, que él dormía en una pieza que está junto al curato de la Parroquia y
que hasta allí oía rugidos del león todas las noches.
Otras personas dicen que era un monstruo que salía de los
túneles que se cree tiene el subsuelo de la cabecera municipal, pero sea como
fuese, el caso es que a diario aparecía un animal muerto.
Los que le quitaron el león a San Jerónimo, se reunieron y
acordaron colocarlo otra vez en el lugar que lo tenía, pues temían que fuera un
castigo por habérselo quitado.
Desde que pusieron al león en el lugar donde estaba, no se
volvió a aparecer por las noches a causar destrozos, por lo cual el santo
volvió a ser venerado como antes.
La Malinche
Es la montaña Malintzin de un aspecto bello y hermoso que
se levanta implorando lluvias de los altos cielos.
Y no es raro presenciar nubes que arrebata el viento, pero
las de la Malintzin son seguros aguaceros.
Una vez consumada la conquista, los aztecas, al saber que
Marina había muerto, trataron de recuperar su cuerpo.
Cuando lo tuvieron en su poder lo escondieron en muchos
lugares tratando de evitar que cayera en manos de los españoles.
En una montaña descubrieron una cueva gigantesca, y en el
caballo que le había regalado Cortés la montaron y la subieron al cerro y la
internaron en el fondo de la cueva que sellaron con grandes rocas.
Apostaron guardias en puntos estratégicos para cuidarla.
Desde entonces los nativos de la montaña la llaman Malintzin
y desde su cresta nos manda aguaceros.
Se mira una silueta que describe su cuerpo que dormido pide
las lluvias del cielo.
LA LEYENDA DE LOS VOLCANES
Las huestes del Imperio azteca regresaban de la guerra.
Pero no sonaban ni los teponaxtles ni las caracolas, ni el
huéhuetl hacía rebotar sus percusiones en las calles y en los templos. Tampoco
las chirimías esparcían su aflautado tono en el vasto valle del Anáhuac y sobre
el verdiazul espejeante de los cinco lagos (Chalco, Xochimilco, Texcoco, Ecatepec
y Tzompanco) se reflejaba un menguado ejército en derrota. El caballero águila,
el caballero tigre y el que se decía capitán coyote traían sus rodelas rotas y
los penachos destrozados y las ropas tremolando al viento en jirones
ensangrentados.
Allá en los cúes y en las fortalezas de paso estaban
apagados los braseros y vacíos de tlecáxitl que era el sahumerio ceremonial,
los enormes pebeteros de barro con la horrible figura de Texcatlipoca el dios
cojo de la guerra. Los estándares recogidos y el consejo de los Yopica que eran
los viejos y sabios maestros del arte de la estrategia, aguardaban ansiosos la
llegada de los guerreros para oír de sus propios labios la explicación de su
vergonzosa derrota.
Hacía largo tiempo que un grande y bien armando contingente
de guerreros aztecas había salido en son de conquista a las tierras del Sur,
allá en donde moraban los Ulmecas, los Xicalanca, los Zapotecas y los Vixtotis
a quienes era preciso ungir al ya enorme señorío del Anáhuac. Dos ciclos
lunares habían transcurrido y se pensaba ya en un asentamiento de conquista,
sin embargo ahora regresaban los guerreros abatidos y llenos de vergüenza.
Durante dos lunas habían luchado con denuedo, sin dar ni
pedir tregua alguna, pero a pesar de su valiente lucha y sus conocimientos de
guerra aprendidos en el Calmecac, que era así llamada la Academia de la Guerra,
volvían diezmados, con las mazas rotas, las macanas desdentadas, maltrechos los
escudos aunque ensangrentados con la sangre de sus enemigos.
Venía al frente de esta hueste triste y desencantada, un
guerrero azteca que a pesar de las desgarraduras de sus ropas y del revuelto
penacho de plumas multicolores, conservaba su gallardía, su altivez y el
orgullo de su estirpe.
Ocultaban los hombres sus rostros embijados y las mujeres
lloraban y corrían a esconder a sus hijos para que no fueran testigos de a que
retorno deshonroso.
Sólo una mujer no lloraba, atónita miraba con asombro al
bizarro guerrero azteca que con su talante altivo y ojo sereno quería demostrar
que había luchado y perdido en buena lid contra un abrumador número de hombres
de las razas del Sur.
La mujer palideció y su rostro se tornó blanco como el
lirio de los lagos, al sentir la mirada del guerrero azteca que clavó en ella
sus ojos vivaces, oscuros. Y Xochiquétzal, que así se llamaba la mujer y que
quiere decir hermosa flor, sintió que se marchitaba de improviso, porque aquel
guerrero azteca era su amado y le había jurado amor eterno.
Se revolvió furiosa Xichoquétzal para ver con odio profundo
al tlaxcalteca que la había hecho su esposa una semana antes, jurándole y
llenándola de engaños diciéndole que el guerrero azteca, su dulce amado, había
caído muerto en la guerra contra los zapotecas.
--¡Me has mentido, hombre vil y más ponzoñoso que el mismo
Tzompetlácatl, - que así se llama el escorpión-; me has engañado para poder
casarte conmigo. Pero yo no te amo porque siempre lo he amado a él y él ha
regresado y seguiré amándolo para siempre!
Xochiquétzal lanzó mil denuestos contra el falaz
tlaxcalteca y levantando la orla de su huipil echó a correr por la llanura,
gimiendo su intensa desventura de amor.
Su grácil figura se reflejaba sobre las irisadas
superficies de las aguas del gran lago de Texcoco, cuando el guerrero azteca se
volvió para mirarla. Y la vio correr seguida del marido y pudo comprobar que
ella huía despavorida. Entonces apretó con furia el puño de la macana y
separándose de las filas de guerreros humillados se lanzó en seguimiento de los
dos.
Pocos pasos separaban ya a la hermosa Xochiquétzal del
marido despreciable cuando les dio alcance el guerrero azteca.
No hubo ningún intercambio de palabras porque toda palabra
y razón sobraba allí. El tlaxcalteca extrajo el venablo que ocultaba bajo la
tilma y el azteca esgrimió su macana dentada, incrustada de dientes de jaguar y
de Coyámetl que así se llamaba al jabalí. Chocaron el amor y la mentira.
El venablo con erizada punta de pedernal buscaba el pecho
del guerrero y el azteca mandaba furioso golpes de macana en dirección del
cráneo de quien le había robado a su amada haciendo uso de arteras engañifas.
Y así se fueron yendo, alejándose del valle, cruzando en la
más ruda pelea entre lagunas donde saltaban los ajolotes y las xochócatl que
son las ranitas verdes de las orillas limosas. Mucho tiempo duró aquél duelo.
El tlaxcalteca defendiendo a su mujer y a su mentira.
El azteca el amor de la mujer a quien amaba y por quien
tuvo arrestros para regresar vivo al Anáhuac.
Al fin, ya casi al atardecer, el azteca pudo herir de
muerte al tlaxcalteca quien huyó hacia su país, hacia su tierra tal vez en
busca de ayuda para vengarse del azteca.
El vencedor por el amor y la verdad regresó buscando a su
amada Xochiquétzal.
Y la encontró tendida para siempre, muerta a la mitad del
valle, porque una mujer que amó como ella no podía vivir soportando la pena y
la vergüenza de haber sido de otro hombre, cuando en realidad amaba al dueño de
su ser y le había jurado fidelidad eterna.
El guerrero azteca se arrodilló a su lado y lloró con los
ojos y con el alma. Y cortó maravillas y flores de xoxocotzin con las cuales
cubrió el cuerpo inanimado de la hermosa Xochiquétzal. Corono sus sienes con
las fragantes flores de Yoloxóchitl que es la flor del corazón y trajo un
incensario en donde quemó copal. Llegó el zenzontle también llamado
Zenzontletole, porque imita las voces de otros pajarillos y quiere decir 400
trinos, pues cuatrocientos tonos de cantos dulces lanza esta avecilla.
Por el cielo en nubarrones cruzó Tlahuelpoch, que es el
mensajero de la muerte.
Y cuenta la leyenda que en un momento dado se estremeció la
tierra y el relámpago atronó el espacio y ocurrió un cataclismo del que no
hablaban las tradiciones orales de los Tlachiques que son los viejos sabios y
adivinos, ni los tlacuilos habían inscrito en sus pasmosos códices. Todo tembló
y se anubló la tierra y cayeron piedras de fuego sobre los cinco lagos, el
cielo se hizo tenebroso y las gentes del Anáhuac se llenaron de pavura.
Al amanecer estaban allí, donde antes era valle, dos
montañas nevadas, una que tenía la forma inconfundible de una mujer recostada
sobre un túmulo de flores blancas y otra alta y elevada adoptando la figura de
un guerrero azteca arrodillado junto a los pies nevados de una impresionante
escultura de hielo.
Las flores de las alturas que llamaban Tepexóchitl por
crecer en las montañas y entre los pinares, junto con el aljófar mañanero,
cubrieron de blanco sudario las faldas de la muerta y pusieron alba blancura de
nieve hermosa en sus senos y en sus muslos y la cubrieron toda de armiño.
Desde entonces, esos dos volcanes que hoy vigilan el
hermoso valle del Anáhuac, tuvieron por nombres Iztaccihuatl que quiere decir
mujer dormida y Popocatepetl, que se traduce por montaña que humea, ya que a
veces suele escapar humo del inmenso pebetero.
En cuanto al cobarde engañador tlaxcalteca, según dice
también esta leyenda, fue a morir desorientado muy cerca de su tierra y también
se hizo montaña y se cubrió de nieve y le pusieron por nombre Poyauteclat, que
quiere decir Señor Crepuscular y posteriormente Citlaltepetl o cerro de la
estrella y que desde allá lejos vigila el sueño eterno de los dos amantes a
quienes nunca podrá ya separar.
Eran los tiempos en que se adoraba al dios Coyote y al Dios
Colibrí y en el panteón azteca las montañas eran dioses y recibían tributos de
flores y de cantos, porque de sus faldas escurre el agua que vivifica y
fertiliza los campos.
Durante muchos años y poco antes de la conquista, las
doncellas muertas en amores desdichados o por mal de amor, eran sepultadas en
las faldas de Iztaccihuatl, de Xochiquétzal, la mujer que murió de pena y de
amor y que hoy yace convertida en nívea montaña de perenne armiño.
LA LLORONA
Los cuatros sacerdotes aguardaban espectrantes.Sus ojillos
vivaces iban del cielo estrellado en donde señoreaba la gran luna blanca, al
espejo argentino del lago de Texcoco, en donde las bandadas de patos
silenciosos bajaban en busca de los gordos ajolotes.Después confrontaban el
movimiento de las constelaciones estelares para determinar la hora, con sus
profundos conocimientos de la astronomía.De pronto estalló el grito....Ea un
alarido lastimoso, hiriente, sobrecogedor. Un sonido agudo como escapado de la
garganta de una mujer en agonía. El grito se fue extendiendo sobre el agua,
rebotando contra los montes y enroscándose en las alfardas y en los taludes de
los templos, rebotó en el Gran Teocali dedicado al Dios Huitzilopochtli, que
comenzara a construir Tizoc en 1481 para terminarlo Ahuizotl en 1502 si las
crónicas antiguas han sido bien interpretadas y pareció quedar flotando en el
maravilloso palacio del entonces Emperador Moctezuma Xocoyótzin.- Es
Cihuacoatl! -- exclamó el más viejo de los cuatro sacerdotes que aguardaban el
portento.
La Diosa ha salido de las aguas y bajado de la montaña para
prevenirnos nuevamente --, agregó el otro interrogador de las estrellas y la
noche.
Subieron al lugar más alto del templo y pudieron ver hacia
el oriente una figura blanca, con el pelo peinado de tal modo que parecía
llevar en la frente dos pequeños cornezuelos, arrastrando o flotando una cauda
de tela tan vaporosa que jugueteaba con el fresco de la noche plenilunar.
Cuando se hubo opacado el grito y sus ecos se perdieron a
lo lejos, por el rumbo del señorío de Texcocan todo quedó en silencio, sombras
ominosas huyeron hacías las aguas hasta que el pavor fue roto por algo que los
sacerdotes primero y después Fray Bernandino de Sahagún interpretaron de este
modo:
"...Hijos míos... amados hijos del Anáhuac, vuestra
destrucción está próxima...."
Venía otra sarta de lamentos igualmente dolorosos y
conmovedores, para decir, cuando ya se alejaba hacia la colina que cubría las
faldas de los montes:
"...A dónde iréis.... a dónde os podré llevar para que
escapéis a tan funesto destino.... hijos míos, estáis a punto de
perderos..."
Al oír estas palabras que más tarde comprobaron los
augures, los cuatro sacerdotes estuvieron de acuerdo en que aquella fantasmal
aparición que llenaba de terror a las gentes de la gran Tenochtitlán, era la
misma Diosa Cihuacoatl, la deidad protectora de la raza, aquella buena madre
que había heredado a los dioses para finalmentente depositar su poder y
sabiduría en Tilpotoncátzin en ese tiempo poseedor de su dignidad sacerdotal.
El emperador Moctezuma Xocoyótzin se atuzó el bigote ralo
que parecía escurrirle por la comisura de sus labios, se alisó con una mano la
barba de pelos escasos y entrecanos y clavó sus ojillos vivaces aunque tímidos,
en el viejo códice dibujado sobre la atezada superficie de amatl y que se
guardaba en los archivos del imperio tal vez desde los tiempos de Itzcoatl y
Tlacaelel.
El emperador Moctezuma, como todos los que no están
iniciados en el conocimiento de la hierática escritura, sólo miraba con asombro
los códices multicolores, hasta que los sacerdotes, después de hacer una
reverencia, le interpretaron lo allí escrito.
---Señor, -- le dijeron --, estos viejos anuales nos hablan
de que la Diosa Cihuacoatl aparecerá según el sexto pronóstico de los agoreros,
para anunciarnos la destrucción de vuestro imperio.
Dicen aquí los sabios más sabios y más antiguos que
nosotros, que hombres extraños vendrán por el Oriente y sojuzgarán a tu pueblo
y a ti mismo y tú y los tuyos serán de muchos lloros y grandes penas y que tu
raza desaparecerá devorada y nuestros dioses humillados por otros dioses más poderosos.
--- Dioses más poderosos que nuestro Dios Huitzilopochtli,
y que el Gran Destructor Tezcatlipoca y que nuestros formidables dioses de la
guerra y de la sangre? -- preguntó Moctezuma bajando la cabeza con temor y
humildad.
--- Así lo dicen los sabios y los sacerdotes más sabios y
más viejos que nosotros, señor. Por eso la Diosa Cihuacoatl vaga por el anáhuac
lanzando lloros y arrastrando penas, gritando para que oigan quienes sepan oír,
las desdichas que han de llegar muy pronto a vuestro Imperio.
Moctezuma guardó silencio y se quedó pensativo, hundido en
su gran trono de alabastro y esmeraldas; entonces los cuatro sacerdotes
volvieron a doblar los pasmosos códices y se retiraron también en silencio,
para ir a depositar de nuevo en los archivos imperiales, aquello que dejaron
escrito los más sabios y más viejos.
Por eso desde los tiempos de Chimalpopoca, Itzcoatl,
Moctezuma, Ilhuicamina, Axayácatl, Tizoc y Ahuizotl, el fantasmal augur vagaba
por entre los lagos y templos del Anáhuac, pregonando lo que iba a ocurrir a la
entonces raza poderosa y avasalladora.
Al llegar los españoles e iniciada la conquista, según
cuentan los cronistas de la época, una mujer igualmente vestida de blanco y con
las negras crines de su pelo tremolando al viento de la noche, aparecía por el
Sudoeste de la Capital de la Nueva España y tomando rumbo hacia el Oriente,
cruzaba calles y plazuelas como al impulso del viento, deteniéndose ante las
cruces, templos y cementerios y las imágenes iluminadas por lámparas votivas en
pétreas hornacinas, para lanzar ese grito lastimero que hería el alma.
-----Aaaaaaaay mis hijos.......Aaaaaaay aaaaaaay!---- El
lamento se repetía tantas veces como horas tenía la noche la madrugada en que
la dama de vestiduras vaporosas jugueteando al viento, se detenía en la Plaza
Mayor y mirando hacia la Catedral musitaba una larga y doliente oración, para
volver a levantarse, lanzar de nuevo su lamento y desaparecer sobre el lago,
que entonces llegaba hasta las goteras de la Ciudad y cerca de la traza.
Jamás hubo valiente que osara interrogarla. Todos
convinieron en que se trataba de un fantasma errabundo que penaba por un
desdichado amor, bifurcando en mil historias los motivos de esta aparición que
se transplantó a la época colonial.
Los románticos dijeron que era una pobre mujer engañada,
otros que una amante abandonada con hijos, hubo que bordaron la consabida trama
de un noble que engaña y que abandona a una hermosa mujer sin linaje.
Lo cierto es que desde entonces se le bautizó como "La
llorona", debido al desgarrador lamento que lanzaba por las calles de la
Capital de Nueva España y que por muchos lustros constituyó el más grande temor
callejero, pues toda la gente evitaba salir de su casa y menos recorrer las
penumbrosas callejas coloniales cuando ya se había dado el toque de queda.
Muchos timoratos se quedaron locos y jamás olvidaron la
horrible visión de "La llorona" hombres y mujeres "se iban de
las aguas" y cientos y cientos enfermaron de espanto.
Poco a poco y al paso de los años, la leyenda de La
Llorona, rebautizada con otros nombres, según la región en donde se aseguraba
que era vista, fue tomando otras nacionalidades y su presencia se detectó en el
Sur de nuestra insólita América en donde se asegura que todavía aparece
fantasmal, enfundada en su traje vaporoso, lanzando al aire su terrorífico
alarido, vadeando ríos, cruzando arroyos, subiendo colinas y vagando por cimas
y montañas.
LA CASA DEL TRUENO
Cuentan los viejos que entre Totomoxtle y Coatzintlali
existía una caverna en cuyo interior los antiguos sacerdotes habían levantado
un templo dedicado al Dios del Trueno, de la lluvia y de las aguas de los ríos.
Eran tiempos en los que aún no llegaban los hispanos ni las portentosas razas,
conocidas hoy como totonacas, que poblaron el lugar de Veracruz que después
llamaron Totonacan. Y siete sacerdotes se reunían cada tiempo en que era
menester cultivar la tierra y sembrar las semillas y cosechar los frutos, siete
veces invocaban a las deidades de esos tiempos y gritaban entonaban cánticos a
los cuatro vientos o sea hacia los cuatro puntos cardinales, porque según las
cuentas esotéricas de esos sacerdotes, cuatro por siete eran 28 y veintiocho
días componen el ciclo lunar.
Siguen diciendo las viejas crónicas que se han convertido
en asombrosas leyendas, que esos viejos sacerdotes hacían sonar el gran tambor
del trueno y arrastraban cueros secos de los animales por todo el ámbito de la
caverna y lanzaban flechas encendidas al cielo. Y poco después atronaban el
espacio furiosos truenos y los relámpagos cegaban a los animales de la selva y
a las especies acuáticas que moraban en los ríos.
Llovía a torrentes y la tempestad rugía sobre la cueva
durante muchos días y muchas noches y había veces en que los ríos Huitizilac y
el de las mariposas, Papaloapan, se desbordaban cubriendo de agua y limo las
riberas y causando inmensos desastres. Ycuanto mas arrastraban los cueros mayor
era el ruido que producían los torrentes y cuanto más se golpeaba el gran
tambor ceremonial, mayor era el ruido de los truenos cuanto más relámpagos
significaba mayor número de flechas incendiarias.
Pasaron los siglos...
Y un día arribaron al lugar grupos de gentes ataviadas de
un modo singular, trayendo consigo otras costumbres, y otras leyes y otras
religiones. Se decían venidos de otras tierras allende el gran mar de turquesas
(Golfo de México) y tanto hombres, como mujeres y niños, tenían la
característica de estar siempre sonriendo como si fueran los seres más felices
de la tierra y tal vez esa alegría se debía a que después de haber sufrido mil
penurias en las aguas borrascosas de un mar en convulsión habían por fin
llegado a las costas tropicales, donde había de todo, así frutos como animales
de caza, agua y clima hermoso.
Se asentaron en ese lugar al que dieron por nombre, en su
lengua Totonacan y ellos mismos se dijeron totonacos.
Pero los sacerdotes, los siete sacerdotes de la caverna del
trueno no estuvieron conformes con aquella invasión de los extranjeros que
traían consigo una gran cultura y se fueron a la cueva a producir truenos,
relámpagos, rayos y lluvias y torrenciales aguaceros con el fin de
amendrantarlos.
En los antiguos registros que los milenios han borrado, se
dice que llovió mucho y durante varios días y sus noches, hasta que alguien se
dió cuenta de que esas tempestades las provocaban los siete hechiceros, los
siete sacerdotes de la caverna de los truenos.
No siendo amigos de la violencia, los totonacas los
embarcaron en un pequeño bajel y dotándoles de provisiones y agua los lanzaron
al mar de las turquesas en donde se perdieron para siempre.
Pero ahora era preciso dominar a esos dioses del trueno y
de las lluvias para evitar el desastre del pueblo totonaca recién asentado y
para el efecto se reunieron los sabios y los sacerdotes y gentes principales y
decidieron que nada podría hacerse contra esas fuerzas que hoy llamos
sencillamente naturales y que sería mejor rendirles culto y pleitesía, adorar a
esos dioses y rogarles fueran magnánimos con ese pueblo que acababa de escapar
de un monstruoso desastre.
Y en ese mismo lugar en donde había el templo y la caverna
y se ejercía el culto al Dios del trueno, los totonacas u hombres sonrientes
levantaron el asombroso templo del Tajín, que en su propia lengua quiere decir
lugar de las tempestades. Y no sólo se rindió culto al Dios del Trueno sino que
se le imploró durante 365 días, como número de nichos tiene este pasmoso
monumento invocando el buen tiempo en cierta época del año y la lluvia, cuando
es menester fertilizar las sementeras.
Hoy se levanta este maravilloso templo conocido en todo el
mundo como pirámide o templó de El Tajín en donde curiosamente parecen generarse
las tempestades y los truenos y las lluvias torrenciales.
Así nació la pirámide de El Tajín, levantada con veneración
y respeto al Dios del Trueno, adorado por aquellas gentes que vivieron mucho
antes de la llegada de los extranjeros, mucho antes de la llegada de los
totonacas, cuando el mundo parecía comenzar a existir.
LA MULATA DE CÓRDOBA
Cuenta la tradición, que hace más de dos siglos y en la
poética ciudad de Córdoba, vivió una célebre mujer, una joven que nunca
envejecía a pesar de sus años. Nadie sabía hija de quién era, pero todos la
llamaban la Mulata.
En el sentir de la mayoría, la Mulata era una bruja, una
hechicera que había hecho pacto con el diablo, quien la visitaba todas las
noches, pues muchos vecinos aseguraban que al pasar a las doce por su casa
habían visto que por las rendijas de las ventanas y de las puertas salía una
luz siniestra, como si por dentro un poderoso incendio devorara aquella
habitación.
Otros decían que la habían visto volar por los tejados en
forma de mujer; pero despidiendo por sus negros ojos miradas satánicas y
sonriendo diabólicamente con sus labios rojos y sus dientes blanquísimos.
De ella se referían prodigios.
Cuando apareció en la ciudad, los jóvenes, prendados de su
hermosura, disputaban se la conquista de su corazón.
Pero a nadie correspondía, a todos desdeñaba, y de ahí
nació la creencia de que el único dueño de sus encantos, era el señor de las
tinieblas.
Empero, aquella mujer siempre joven, frecuentaba los
sacramentos, asistía a misa, hacía caridades, y todo aquel que imploraba su
auxilio la tenía a su lado, en el umbral de la choza del pobre, lo mismo que
junto al lecho del moribundo.
Se decía que en todas partes estaba, en distintos puntos y
a la misma hora; y llegó a saberse que un día se la vio a un tiempo en Córdoba
y en México; "tenía el don de ubicuidad" - dice un escritor - y lo
más común era encontrarla en una caverna. "Pero éste - añade - la visitó
en una accesoria; aquél la vio en una de esas casuchas horrorosas que tan mala
fama tienen en los barrios más inmundos de las ciudades, y otro la conoció en
un modesto cuarto de vecindad, sencillamente vestida, con aire vulgar, maneras
desembarazadas, y sin revelar el mágico poder de que estaba dotada."
La hechicera servía también como abogada de imposibles. Las
muchachas sin novio, las jamonas pasaditas, que iban perdiendo la esperanza de
hallar marido, los empleados cesantes, las damas que ambicionaban competir en
túnicas y joyas con la Virreina, los militares retirados, los médicos jóvenes
sin fortuna, todos acudían a ella, todos invocaban en sus cuitas, y a todos los
dejaba contentos, hartos y satisfechos.
Por eso todavía hoy, cuando se solicita de alguien una cosa
difícil, casi irrealizable, es costumbre exclamar: -¡No soy la Mulata de Córdoba!
La fama de aquella mujer era grande, inmensa. Por todas
partes se hablaba de ella y en diferentes lugares de Nueva España su nombre era
repetido de boca en boca.
"Era en suma -dice el mismo escritor- una Circe, una
Medea, una Pitonisa, una Sibila, una bruja, un ser extraordinario a quien nada
había oculto, a quien todo obedecía y cuyo poder alcanzaba hasta trastornar las
leyes de la naturaleza... Era, en fin, una mujer a quien hubiera colocado la
antigüedad entre sus diosas, o a lo menos entre sus más veneradas sacerdotisas;
era un médium, y de los más privilegiados, de los más favorecidos que disfrutó
la escuela espirita de aquella época!...¡Lástima grande que no viviera en la
nuestra! ¡De qué portentos no fuéramos testigos! ¡Qué revelaciones no haría en
su tiempo! ¡Cuántas evocaciones, cuántos espíritus no vendrían sumisos a su
voz! ¡Cuántos incrédulos dejarían de serlo!"
¿Qué tiempo duró la fama de aquella mujer, verdadero
prodigio de su época y admiración de los futuros siglos? Nadie lo sabe.
Lo que sí se asegura es que un día la ciudad de México supo
que desde la villa de Córdoba había sido traída a las sombrías cárceles del
Santo Oficio.
Noticia tan estupenda, escapada Dios sabe cómo de los
impenetrables secretos de la Inquisición, fue causa de atención profunda en
todas las clases de la sociedad, y entre los platicones de las tiendas del
Parián se habló mucho de aquel suceso y hasta hubo un atrevido que sostuvo que
la Mulata, no era hechicera, ni bruja, ni cosa parecida, y que el haber caído
en garras del Santo Tribunal, lo debía a una inmensa fortuna, consistente en
diez grandes barriles de barro, llenos de polvo de oro. Otro de los tertulianos
aseguró que además de esto se hallaba de por medio un amante desairado, que
ciego de despecho, denunció en Córdoba a la Mulata, porque ésta no había
correspondido a sus amores.
Pasaron los años, las hablillas se olvidaron, hasta que
otro día de nuevo supo la ciudad, con asombro, que en el próximo auto de fe que
se preparaba, la hechicera, saldría con coroza y vela verde. Pero el asombro
creció de punto cuando pasados algunos días se dijo que el pájaro había volado
hasta Manila, burlando la vigilancia de sus carceleros...más bien dicho,
saliéndose delante de uno de ellos.
¿Cómo había sucedió esto? ¿Qué poder tenía aquella mujer,
para dejar así con un palmo de narices, a los muy respetables señores
inquisidores?
Todos lo ignoraban. Las más extrañas y absurdas
explicaciones circularon por la ciudad. hubo quién afirmaba, haciendo la señal
de la cruz, que todo era obra del mismo diablo, que de incógnito se había
introducido a las cárceles secretas para salvar a la Mulata. Quién recordaba
aquello de que dádivas quebrantan... rejas; y hubo algún malicioso que dijese
que todo lo vence el amor... y que los del Santo Oficio, como mortales eran
también de carne y hueso.
He aquí la verdad de los hechos.
Una vez, el carcelero penetró en el inmundo calabozo de la
hechicera, y quedóse verdaderamente maravillado al contemplar en una de las
paredes, un navío dibujado con carbón por la Mulata, la cual le preguntó con
tono irónico:
- ¿Qué le falta a ese navío?
-Desgraciada mujer- contestó el interrogado, si quisieras
salvar tu alma de las horribles penas del infierno, no estarías aquí, y
ahorrarías al Santo Oficio el que te juzgase! ¡A este barco únicamente le falta
que ande! ¡Es perfecto!
- Pues si vuestra merced lo quiere, si en ello se empeña,
andará, andará y muy lejos...
- ¡Como! ¿A ver?
-dijo la Mulata.Y ligera saltó al navío, y éste, lento al
principio, y después rápido y a toda vela, desapareció con la hermosa mujer por
uno de los rincones del calabozo.
El carcelero, mudo, inmóvil, con los ojos salidos de sus
órbitas, con el cabello de punta, y con la boca abierta, vio aquello
sorprendido. ¿Y después? Hable un poeta:
Cuenta la tradición que algunos años después de estos
sucesos, hubo un hombre, en la casa de los locos detenido, y que hablaba de un
barco que una noche bajo el suelo de México cruzaba llevando una mujer de
altivo porte, era el inquisidor; de la Mulata nada se volvió a saber, más se
supone que en poder del demonio está gimiendo.
¡Déjenla entre las llamas los lectores!
LAS CALLES DEL INDIO TRISTE
Las calles que llevaron los nombres de 1ª y 2ª del Indio
Triste (ahora 1ª y 2ª del Correo Mayor y 1ª del Carmen), recuerdan una antigua
tradición que un viejo vecino de dichas calles refería con todos sus puntos y
comas, y aseguraba y protestaba "ser cierta y verdadera", pues a él se
la había contado su buen padre, y a éste sus abuelos, de quienes se había ido
transmitiendo de generación en generación, hasta el año de 1840, en que la puso
en letras de molde el Conde de la Cortina.
Contaba aquel buen vecino que, a raíz de la conquista, el
gobierno español se propuso proteger a los indios nobles, supervivientes de la
vieja estirpe azteca; unos habían caído prisioneros en la guerra, y otros que
voluntariamente se presentaron, con el objeto de servir a los castellanos
alegando que habían sido víctimas de la dura tiranía en que los tuviera durante
mucho tiempo el llamado Emperador Moctecuhzoma II o Xocoyótzin.
Pero hay que advertir que esta protección dispensada a esos
indios nobles, no era la protección abnegada que les habían prodigado los
santos misioneros, sino el interés de los primeros gobernadores, de las
primeras Audiencias y de los primeros virreyes de la Nueva España, que
utilizaban a esos indios como espías para que, en el caso de que los naturales
intentasen levantarse en contra de los españoles, inmediatamente éstos lo
supiesen y sofocaran el fuego de la conjura y así evitar cualquier
levantamiento.
Cuenta pues la tradición citada, que en una de las casas de
la calle que hoy se nombra 1a del Carmen, quizá la que hace esquina con la
calle de Guatemala, antes de santa Teresa, vivía allá a mediados del siglo XVI
uno de aquellos indios nobles que, a cambio de su espionaje y servilismo,
recibía los favores de sus nuevos amos; y este indio a que alude la tradición,
era muy privado del virrey que entonces gobernaba la Colonia.
El tal indio poseía casas suntuosas en la ciudad,
sementeras en los campos, ganados y aves de corral. Tenía joyas que había
heredado de sus antecesores; discos de oro, que semejaban soles o lunas,
anillos, brazaletes, collares de verdes chalchihuites; bezotes de negra
obsidiana; capas y fajas de finísimo algodón o de riquísimas plumas; cacles de
cuero admirablemente adobado o de pita tejida con exquisito gusto; esteras o
petates de finas palmas, teñidas con diversos colores; cómodos icpallis o
sillones, forrados con pieles de tigres, leopardos o venados. En una palabra,
poseía aquel indio todo lo que constituía para él y los suyos un tesoro de
riquezas y obras de arte.
El indio, aunque había recibido las aguas bautismales y se
confesaba, comulgaba, oía misa y sermones con toda devoción y acatamiento, como
todos los de su raza era socarrón y taimado, y en el interior de su casa, en el
aposento más apartado, tenía un santocalli privado, a modo de oratorio particular,
con imágenes cristianas, para rendir culto a muchos idolillos de oro y piedra
que eran efigies de los dioses que más veneraba en su gentilidad.
Y así como practicaba piadosos cultos cristianos a fin de
engañar con sus fingimientos a los benditos frailes, así también engañaba
llevando la vida disipada de un príncipe destronado, sumido sin tasa en la
molicie de los placeres carnales que le prodigaban sus muchas mancebas, o
entregado a los vicios de la gula y de la embriaguez, hartándose de manjares
picantes e indigestos y ahogándose con sendas jícaras y jarros de pulque
fermentado con yerbas olorosas y estimulantes o con frutas dulces y sabrosas.
El indio aquel acabó por embrutecerse. Volvióse
supersticioso, en tal extremo, que vivía atormentado por el temor de las iras
de sus dioses y por el miedo que le inspiraba el diablo, que veía pintado en
los retablos de las iglesias, a los pies del Príncipe de los Arcángeles.
LA CALLE DE DON JUAN MANUEL
Hace muchos años - cuenta la tradición - que vivía en esta
Calle un hombre muy rico, cuya casa quedaba precisamente detrás del Convento de
San Bernardo. Este hombre se llamaba Don Juan Manuel y se hallaba casado con
una mujer tan virtuosa como bella. Pero aquel hombre, en medio de sus riquezas
y al lado de una esposa que poseía prendas tan raras, no se sentía feliz a
causa de no haber tenido sucesión.
La tristeza lo consumía, el fastidio lo exasperaba y para
hallar algún consuelo, resolvió consagrarse a las prácticas religiosas, pero
tanto, que no conforme con asistir casi todo el día a las iglesias, intentó
separarse de su esposa y entrar fraile a San Francisco. Con este objeto, envió
por un sobrino que residía en España, para que administrase sus negocios. Llegó
a poco el pariente y pronto también concibió D. Juan Manuel celos terribles,
tan terribles que una noche invocó al diablo y le prometió entregarle su alma,
si le proporcionaba el medio de descubrir al que creía lo estaba deshonrando.
El diablo acudió solícito, y le ordenó que saliera de su casa a las once de esa
misma noche y matara al primero que encontrase. Así lo hizo D. Juan, y al día
siguiente, cuando creyendo estar vengado, se encontraba satisfecho, el demonio
se le volvió a presentar y le dijo que aquel individuo que había asesinado era
inocente pero que siguiera saliendo todas las noches y continuara matando hasta
que él se le apareciera junto al cadáver del culpable.
D. Juan obedeció sin replicar. Noche con noche salía de su
casa: bajaba las escaleras, atravesaba el patio, abría el postigo del zaguán, se
recargaba en el muro, y envuelto en su ancha capa, esperaba tranquilo a la
víctima. Entonces no había alumbrado y en medio de la oscuridad y del silencio
de la noche, se oían lejanos pasos, cada vez más perceptibles: después aparecía
el bulto de un transeúnte, a quien, acercándose D. Juan, le preguntaba:
- Perdone usarcé, ¿qué horas son?
- Las once
- ¡Dichoso usarcé, que sabe la hora en que muere!
Brillaba el puñal en las tinieblas, se escuchaba un grito
sofocado, el golpe de un cuerpo que caía, y el asesino, mudo, impasible, volvía
a abrir el postigo, atravesando de nuevo el patio de la casa, subía las
escaleras y se recogía en su habitación.
La ciudad amanecía consternada. Todas las mañanas, en dicha
calle, recogía la ronda un cadáver, y nadie podía explicarse el misterio de
aquellos asesinatos tan espantosos como frecuentes.
En uno de tantos días muy temprano, condujo la ronda un
cadáver a la casa de D. Juan Manuel, y éste contempló y reconoció a su sobrino,
la que tanto quería y al que debía la conservación de su fortuna.
D. Juan al verlo, trató de disimular; pero un terrible
remordimiento conmovió todo su ser, y pálido, tembloroso, arrepentido, fue al
convento de San Francisco, entró a la celda de un sabio y santo religioso, y
arrojándose a sus pies, y abrazándose a sus rodillas, le confesó uno a uno
todos sus pecados, todos sus crímenes, engendrados por el espíritu de Lucifer,
a quien había prometido entregar su ánima.
El reverendo lo escuchó con la tranquilidad del juez y con
la serenidad del justo, y luego que hubo concluido D. Juan, le mandó por
penitencia que durante tres noches consecutivas fuera a las once en punto a
rezar un rosario al pie de la horca, en descargo de sus faltas y para poder
absolverlo de sus culpas.
Intentó cumplir D. Juan; pero no había aún recorrido las
cuentas todas de su rosario, la primera noche, cuando percibió una voz
sepulcral que imploraba en tono dolorido:
- ¡Un Padre Nuestro y un Ave María por el alma de D. Juan
Manuel!
Quedóse mudo, se repuso enseguida, fue a su casa, y sin
cerrar un minuto los ojos, esperó el alba para ir a comunicar al confesor lo
que había escuchado.
- Vuelva esta misma noche - le dijo el religioso -
considere que esto ha sido dispuesto por el que todo lo sabe para salvar su
ánima y reflexione que el miedo se lo ha inspirado el demonio como un ardid
para apartarlo del buen camino, y haga la señal de la cruz cuando sienta
espanto.
Humilde, sumiso y obediente, D. Juan estuvo a las once en
punto en la horca; pero aún no había comenzado a rezar, cuando vió un cortejo
de fantasmas, que con cirios encendidos conducían su propio cadáver en una
ataúd.
Más muerto que vivo, tembloroso y desencajado, se presentó
al otro día en el convento de San Francisco.
- ¡Padre - le dijo - por Dios, por su santa y bendita
madre, antes de morirme concédame la absolución!
El religioso se hallaba conmovido, y juzgando que hasta
sería falta de caridad el retardar más el perdón, le absolvió al fin,
exigiéndole por última vez, que esa misma noche fuera a rezar el rosario que le
faltaba.
Que fue del penitente, lo dice la leyenda. ¿Que paso allí?
Nadie lo sabe, y sólo agrega la tradición que al amanecer se encontraba colgado
de la horca pública un cadáver era del muy rico Sr. D. Juan Manuel de
Solórzano, privado que había sido del Marqués de Caderita.
El pueblo dijo desde entonces que a D. Juan Manuel lo
habían colgado los ángeles, y la tradición lo repite y lo seguirá repitiendo
por los siglos de los siglos. Amén.}
POR ESMERALDA HERNANDEZ LORENZO
SEXTO GRADO GRUPO A
ESC. RENACIMIENTO.
SAN LUIS POTOSI,MEXICO
DE
CUENTOS DE
TERROR Y
LEYENDAS
Alumna: Ana
Briseida Landaverde Martínez
Escuela: Renacimiento
Grado: 6 A
Fecha: 3 de diciembre del 2013
El monte embrujado………………. 03
La madre……………………………04
La madera…………………………..05
La niña de
la montaña…………..06
La llorona…………………………..07
La mujer
de la carretera………..08
Algo anda en
la huerta………… 09
La niña del
panteón……………..10
El diablo
en pañales…………….11
La novia……………………………12
Había caminado casi toda la tarde, y cuando ya se había hecho
noche me senté a un costado del camino a descansar. No estaba solo, me
acompañaba Rufo, mi perro.
Al sacarme la mochila sentí que estaba mucho más liviano, y fue un alivio. Rufo se acostó a mi lado después de dar vueltas y vueltas sobre el pasto. Estaba casi todo oscuro pero se distinguían algunas cosas. A unos diez metros del solitario camino empezaba a elevarse un monte pequeño, poco más que una arboleda. No estaba muy lejos de una zona poblada, mas desde allí no se veía ni una casa, ni una luz, y por el camino hacía rato que no pasaba ningún vehículo.
Cuando uno cree estar solo se sobresalta al advertir de golpe a otra persona, y esta figura dudosa se movía en la oscuridad. Tenía una linterna en la mano pero no quise encenderla. Tal vez el otro no me había notado; a nadie le gusta que lo encandilen de pronto. Si era alguien que creía que no lo había notado, y traía alguna mala intención, se iba a llevar una sorpresa desagradable. Pero la sorpresa desagradable me la llevé yo, porque en un momento dado me pareció que no tenía cabeza.
Al sacarme la mochila sentí que estaba mucho más liviano, y fue un alivio. Rufo se acostó a mi lado después de dar vueltas y vueltas sobre el pasto. Estaba casi todo oscuro pero se distinguían algunas cosas. A unos diez metros del solitario camino empezaba a elevarse un monte pequeño, poco más que una arboleda. No estaba muy lejos de una zona poblada, mas desde allí no se veía ni una casa, ni una luz, y por el camino hacía rato que no pasaba ningún vehículo.
Cuando uno cree estar solo se sobresalta al advertir de golpe a otra persona, y esta figura dudosa se movía en la oscuridad. Tenía una linterna en la mano pero no quise encenderla. Tal vez el otro no me había notado; a nadie le gusta que lo encandilen de pronto. Si era alguien que creía que no lo había notado, y traía alguna mala intención, se iba a llevar una sorpresa desagradable. Pero la sorpresa desagradable me la llevé yo, porque en un momento dado me pareció que no tenía cabeza.
Encendí la linterna y no había nadie. El foco de luz recorrió
de un extremo al otro el montecillo pero no logré ver nada. al encender la
linterna Rufo se había parado, y un rato después permanecía así, atento hacia
el monte. De repente salió disparado y se metió a toda prisa entre los árboles.
Lo llamé pero no me hizo caso. Pronto dejé de escuchar el ruido que hacía al
pasar entre ramas y todo volvió a estar en silencio. Entonces me acerqué
al monte y lo llamé una y otra vez, silbé, mas cuando hacía una pausa para
escuchar, nada, ni un ruido.
Supuse que el monte era más grande de lo que me parecía. Ya estaba seguro de que había algo raro allí, pero no podía dejar a mi mejor amigo. Me interné entre los árboles y, linterna en mano empecé a buscarlo. En el mismo momento que gritaba o silbaba, una voz apenas audible repetía: “Por aquí, por aquí”, pero como apenas la escuchaba y sonaba junto a los sonidos que yo emitía, hasta que no la escuché varias veces no estuve seguro. Aquel lugar estaba embrujado. Empecé a desesperarme por salir. Cuando intentaba volver al camino entre una maraña de ramas, algo me habló de muy cerca, casi me susurró al oído: “No te vayas a perder”. En ese instante creí que iba a enloquecer de terror. Por suerte enseguida pude salir de la arboleda. Al volver al camino seguí esperando a Rufo, aunque empezaba a creer que no lo vería nunca más. Un rato después apareció, dándome una alegría inmensa. Y ahí si me marché de allí Hasta no alcanzar las luces del pueblo no perdí de vista a Rufo, no porque temiera que se alejara nuevamente, sino porque desconfiaba que realmente fuera mi perro.
Supuse que el monte era más grande de lo que me parecía. Ya estaba seguro de que había algo raro allí, pero no podía dejar a mi mejor amigo. Me interné entre los árboles y, linterna en mano empecé a buscarlo. En el mismo momento que gritaba o silbaba, una voz apenas audible repetía: “Por aquí, por aquí”, pero como apenas la escuchaba y sonaba junto a los sonidos que yo emitía, hasta que no la escuché varias veces no estuve seguro. Aquel lugar estaba embrujado. Empecé a desesperarme por salir. Cuando intentaba volver al camino entre una maraña de ramas, algo me habló de muy cerca, casi me susurró al oído: “No te vayas a perder”. En ese instante creí que iba a enloquecer de terror. Por suerte enseguida pude salir de la arboleda. Al volver al camino seguí esperando a Rufo, aunque empezaba a creer que no lo vería nunca más. Un rato después apareció, dándome una alegría inmensa. Y ahí si me marché de allí Hasta no alcanzar las luces del pueblo no perdí de vista a Rufo, no porque temiera que se alejara nuevamente, sino porque desconfiaba que realmente fuera mi perro.
Clara salió a la vereda del hospital cargando el bebé en sus
brazos. La noche se había presentado bastante fría. Envolvió mejor al bebé y
procuró un taxi con la vista, pero solo había autos de particulares
estacionados en aquella cuadra. Entró de nuevo al hospital y le pidió a
una enfermera que le llamara un taxi. La enfermera, que estaba tras una
ventanilla, llamó con desgano y volvió a ojear una revista. Clara le agradeció,
sonriendo con falsedad, y volvió a esperar en la vereda.
Pasaron los minutos y nada, el taxi no llegaba. Impaciente por la espera, Clara decidió irse a pie; su casa no estaba tan lejos.
Caminaba rápido porque todavía estaba enfadada. Había llevado al niño de tarde, a un control programado que no podía evitar, pues no deseaba tener problemas, y demoraron tanto en atenderla que cuando lo hicieron ya estaba de noche. Clara quiso marcharse pero un doctor la hizo pasar. Ella temía que le hallaran algo raro, que se dieran cuenta, pero cuando lo examinaron solo era un niño normal.
Al llegar a una cuadra oscurecida por las sombras de unos árboles, una silueta humanoide contrahecha, pequeña y de andar desparejo le salió al cruce y le exigió:
- ¡Dame el bebé!, ¡dame el bebé!…
- ¡Nunca! -gritó Clara, y sacando un amuleto de un bolsillo de su abrigo se lo presentó al ser aquel.
- ¡Ah! ¡Dame el bebé! ¡Dame… ah! -y contra su voluntad la criatura retrocedió hasta las sombras.
Entonces el bebé abrió con sus brazos la manta que lo cubría y dijo con una voz aguda y áspera:
- ¡Suéltame, maldita bruja! ¡Suéltame!…
- ¡Silencio! -le ordenó ella, y le puso el amuleto frente a la cara, haciendo que el bebé se volviera a cubrir.
- Pronto me apreciarás. He domesticado a peores engendros que tú -le aseguró la bruja.
Pasaron los minutos y nada, el taxi no llegaba. Impaciente por la espera, Clara decidió irse a pie; su casa no estaba tan lejos.
Caminaba rápido porque todavía estaba enfadada. Había llevado al niño de tarde, a un control programado que no podía evitar, pues no deseaba tener problemas, y demoraron tanto en atenderla que cuando lo hicieron ya estaba de noche. Clara quiso marcharse pero un doctor la hizo pasar. Ella temía que le hallaran algo raro, que se dieran cuenta, pero cuando lo examinaron solo era un niño normal.
Al llegar a una cuadra oscurecida por las sombras de unos árboles, una silueta humanoide contrahecha, pequeña y de andar desparejo le salió al cruce y le exigió:
- ¡Dame el bebé!, ¡dame el bebé!…
- ¡Nunca! -gritó Clara, y sacando un amuleto de un bolsillo de su abrigo se lo presentó al ser aquel.
- ¡Ah! ¡Dame el bebé! ¡Dame… ah! -y contra su voluntad la criatura retrocedió hasta las sombras.
Entonces el bebé abrió con sus brazos la manta que lo cubría y dijo con una voz aguda y áspera:
- ¡Suéltame, maldita bruja! ¡Suéltame!…
- ¡Silencio! -le ordenó ella, y le puso el amuleto frente a la cara, haciendo que el bebé se volviera a cubrir.
- Pronto me apreciarás. He domesticado a peores engendros que tú -le aseguró la bruja.
La madera
Una amiga que es maestra en una escuela me pidió un favor
bastante curioso. El municipio había donado unos pupitres (de esto hace muchos
años, aún se usaban pupitres) que fueron a dar en el salón donde ella daba
clases, y creía que aquellos asientos de alguna forma estaban embrujados.
Quería que averiguara de dónde los habían sacado.
Anticipándose a mi escepticismo me invitó al salón aquel, al atardecer, después que los alumnos se fueron, y ante los pupitres aludidos me contó más o menos lo siguiente:
“Cuando llegaron, personalmente quedé muy agradecida -empezó a contarme mi amiga, mirando de reojo los bancos-; eran nuevos y desprendían un aroma agradable; veía que los niños se inclinaban a oler la madera. Pero no demoraron en empezar las cosas raras. Un alumno se pinchó con la punta de un compás y sangró un poco sobre el pupitre, y, presencié asombrada como la madera absorbía completamente toda la sangre en un instante, sin que quedara una mancha. Lógicamente, inventé algo para convencer a los que vieron aquello, pero no era algo normal. Unos días después, un olor asqueroso que enseguida asocié con la muerte invadió repentinamente el salón, aunque enseguida desapareció. Los días siguientes todos empezaron a desconcentrarse fácilmente, y se acusaban unos a otros por algún jalón que sentían o un pupitre que se inclinaba de golpe como si lo empujaran de atrás. Pero lo más horrible me pasó a mí. ¡Ay…! Hasta me cuesta contarlo… disculpa. Fue así: Olvidé mis llaves y volví un poco más tarde que ahora, ya prácticamente estaba de noche. El salón ya estaba oscurecido, pero como solo son unos pasos e igual distinguía el manojo de llaves no encendí la luz. Cuando fui a marcharme, estaban… en los pupitres había gente, y por sus contornos se notaba que estaban muertos”.
En ese momento a mi amiga se le quebró la voz y se tapó la boca. Me dejó completamente impresionado. Cuando intenté analizar fríamente aquello, del salón emanó un olor nauseabundo que recordé inmediatamente. Cuando salimos de allí le prometí que iba a averiguar todo lo que pudiera.
Después de sentir aquel olor, lo que descubrí no me sorprendió, aunque igual me hizo estremecer: Los pupitres estaban hechos con las maderas de unos cipreses talados de la parte vieja del cementerio.
Después de cobrar algunos favores y quedar debiendo otros en el municipio, hice que retiraran aquellos bancos, y un tiempo después que los destruyeran.
Anticipándose a mi escepticismo me invitó al salón aquel, al atardecer, después que los alumnos se fueron, y ante los pupitres aludidos me contó más o menos lo siguiente:
“Cuando llegaron, personalmente quedé muy agradecida -empezó a contarme mi amiga, mirando de reojo los bancos-; eran nuevos y desprendían un aroma agradable; veía que los niños se inclinaban a oler la madera. Pero no demoraron en empezar las cosas raras. Un alumno se pinchó con la punta de un compás y sangró un poco sobre el pupitre, y, presencié asombrada como la madera absorbía completamente toda la sangre en un instante, sin que quedara una mancha. Lógicamente, inventé algo para convencer a los que vieron aquello, pero no era algo normal. Unos días después, un olor asqueroso que enseguida asocié con la muerte invadió repentinamente el salón, aunque enseguida desapareció. Los días siguientes todos empezaron a desconcentrarse fácilmente, y se acusaban unos a otros por algún jalón que sentían o un pupitre que se inclinaba de golpe como si lo empujaran de atrás. Pero lo más horrible me pasó a mí. ¡Ay…! Hasta me cuesta contarlo… disculpa. Fue así: Olvidé mis llaves y volví un poco más tarde que ahora, ya prácticamente estaba de noche. El salón ya estaba oscurecido, pero como solo son unos pasos e igual distinguía el manojo de llaves no encendí la luz. Cuando fui a marcharme, estaban… en los pupitres había gente, y por sus contornos se notaba que estaban muertos”.
En ese momento a mi amiga se le quebró la voz y se tapó la boca. Me dejó completamente impresionado. Cuando intenté analizar fríamente aquello, del salón emanó un olor nauseabundo que recordé inmediatamente. Cuando salimos de allí le prometí que iba a averiguar todo lo que pudiera.
Después de sentir aquel olor, lo que descubrí no me sorprendió, aunque igual me hizo estremecer: Los pupitres estaban hechos con las maderas de unos cipreses talados de la parte vieja del cementerio.
Después de cobrar algunos favores y quedar debiendo otros en el municipio, hice que retiraran aquellos bancos, y un tiempo después que los destruyeran.
Todo comenzó el día miércoles 4 de agosto, papá decido comprar una casa
en una montaña, yo no sabía exactamente para que exactamente pero mi papá tiene
ideas locas desde que mamá nos dejo cuando yo tenía 10 años, no ha pasado mucho
tiempo pues acabo de cumplir 13, mi padre decía que el fin de semana la
pasaríamos por allá, llego el viernes preparamos nuestras cosas y partimos, al
llegar una hermosa mujer, con ojos verdes nos atendió, mi padre le agradeció y
no llevo a nuestro cuarto, no podía dormir escuchaba ruidos, ruidos extraños
que provenían del cuarto de al lado, decidí ir a investigar, al llegar al
cuarto de al lado encontré a una niña llorando, si, hay estaba con su pelo
negro con las manos en la cara, aun recuerdo esa piel pálida, esa piel, las
manos en su cara le tapaban el rostro, al acercarme la niña dejo de llorar se
destapo su rostro, no podía ser cierto, su rostro estaba desfigurado, quemado,
horrible, fui corriendo con mi padre entre a su alcoba y lo desperté
rápidamente y él me dijo:
-¿Qué te pasa Carlos?
-Papá… ¡hay una niña en el cuarto de al lado, ven!
-Ok, ok
Corrimos al cuarto, la niña había desaparecido, mi papá me dijo que me fuera a dormir y eso hice al llegar a mi cuarto escuche un grito desgarrador, era mi padre, en la esquina de su cuarto y en la otra esquina la niña con un cuchillo en la mano, yo no sabía qué hacer, de repente sentí un golpe y caí desmayado, amanecía al día siguiente pero ahora estaba en mi casa, mi padre tiene desde entonces una herida en el brazo como cortada de cuchillo, el dice que se corto cocinando y dice que lo que sucedió fue una pesadilla, pero yo no creo eso, un día iba a la tienda y encontré a aquella chica de la entrada de la cabaña mirándome fijamente.
-¿Qué te pasa Carlos?
-Papá… ¡hay una niña en el cuarto de al lado, ven!
-Ok, ok
Corrimos al cuarto, la niña había desaparecido, mi papá me dijo que me fuera a dormir y eso hice al llegar a mi cuarto escuche un grito desgarrador, era mi padre, en la esquina de su cuarto y en la otra esquina la niña con un cuchillo en la mano, yo no sabía qué hacer, de repente sentí un golpe y caí desmayado, amanecía al día siguiente pero ahora estaba en mi casa, mi padre tiene desde entonces una herida en el brazo como cortada de cuchillo, el dice que se corto cocinando y dice que lo que sucedió fue una pesadilla, pero yo no creo eso, un día iba a la tienda y encontré a aquella chica de la entrada de la cabaña mirándome fijamente.
Era una noche de un domingo,
mi hermano salió en busca de su novia Elizabeht,y para llegar hasta su destino
con su novia tenia que recorrer aproximadamente 30 mns y tenía que pasar por
algunas partes sola y escalofriantes tales como una huerta de limón grandísima
y casi todo ese tramo se encontraba solo y callado ya que por hay no se
encontraba ninguna casa hasta después de 15 mns . Al llegar al lugar de
encuentro con su novia el llego y encontró a su amada en brazos de otro joven ,
al verlos besándose y acariciándose el salió
huyendo de ese lugar. Fue directo a tomar a desaogar su gran pena que sintió al
ver esa escena , el ya no podía mas ,y tomo y tomo, hasta más no poder .
Ya de regreso a casa tenía que tomar ese recorrido el cual paso de día , y sin pensar que si regresaba muy tarde tendría que pasar por ese lugar ,al ir pasando por hay había un poso de agua en la huerta de limón ,estaba como a 6 metros de ese lujar cuando voltio haber hacia dentro por un alambrado de púas ,cuando vio a esa mujer que gritaba desesperada haaayy!!!!! mis hijos !!!!! …. El tomado y sin saber como reaccionar corrió desesperado ya que el faltaba como 15 mns para llegar a casa la mujer era blanca verdosa transparente y demacrada, no tenia pies y su cabello era negro y largo, su vestidura era como de 1940 esos vertidos color blanco amarillento se miraba que era Viejo, y le escurría mucha agua por todo su cuerpo. Al fin llego mi hermano a casa, llego agitado y muy asustado, después de que se calmo pudo contra lo que sucedió ese domingo a las 2:43 am .yo en ese entonces tenía como 9 anos pero recuerdo todo lo que sucedió en ese pueblo de Colima.
Ya de regreso a casa tenía que tomar ese recorrido el cual paso de día , y sin pensar que si regresaba muy tarde tendría que pasar por ese lugar ,al ir pasando por hay había un poso de agua en la huerta de limón ,estaba como a 6 metros de ese lujar cuando voltio haber hacia dentro por un alambrado de púas ,cuando vio a esa mujer que gritaba desesperada haaayy!!!!! mis hijos !!!!! …. El tomado y sin saber como reaccionar corrió desesperado ya que el faltaba como 15 mns para llegar a casa la mujer era blanca verdosa transparente y demacrada, no tenia pies y su cabello era negro y largo, su vestidura era como de 1940 esos vertidos color blanco amarillento se miraba que era Viejo, y le escurría mucha agua por todo su cuerpo. Al fin llego mi hermano a casa, llego agitado y muy asustado, después de que se calmo pudo contra lo que sucedió ese domingo a las 2:43 am .yo en ese entonces tenía como 9 anos pero recuerdo todo lo que sucedió en ese pueblo de Colima.
La mujer de la carretera
Se cuenta que por algunas
partes del sur de México aparece una mujer sobre un caballo durante las noches, esta ofrece
llevar a las personas que caminan por la calle.
Un día un par de hombres caminaba tranquilamente rumbo a su casas después de una noche de diversión con el amigos, de pronto se comenzó a escuchar como un caballo se acercaba pero como era de noche no se alcanzaba a distinguir bien el caballo, cuando ya este estaba frente a los hombres se dieron cuenta que una mujer lo montaba, ellos quedaron sorprendidos ya que la mujer tenía un cuerpo muy bonito, pero la cara no se lograba ver por la obscuridad y el gran sombrero que llevaba. La mujer ofreció a llevarlos a caballo, uno de ellos acepto inmediatamente, al subir al caballo y estar cerca de la mujer estaba levanto su sombrero y revelo su cara, la cual era una calavera, de inmediato el caballo comenzó a correr rápidamente mientras el hombre gritaba por el miedo, sin saberlo había regalado su alma.
Un día un par de hombres caminaba tranquilamente rumbo a su casas después de una noche de diversión con el amigos, de pronto se comenzó a escuchar como un caballo se acercaba pero como era de noche no se alcanzaba a distinguir bien el caballo, cuando ya este estaba frente a los hombres se dieron cuenta que una mujer lo montaba, ellos quedaron sorprendidos ya que la mujer tenía un cuerpo muy bonito, pero la cara no se lograba ver por la obscuridad y el gran sombrero que llevaba. La mujer ofreció a llevarlos a caballo, uno de ellos acepto inmediatamente, al subir al caballo y estar cerca de la mujer estaba levanto su sombrero y revelo su cara, la cual era una calavera, de inmediato el caballo comenzó a correr rápidamente mientras el hombre gritaba por el miedo, sin saberlo había regalado su alma.
Ignacio y su esposa
Mabel cenaban tranquilamente en la comodidad de su hogar.
Un ruido repentino les llamó la atención, algo andaba corriendo por la huerta.
- Debe ser un perro, espero que no me haya pisoteado las acelgas - dijo Ignacio.
Salió a la frescura de la noche llevando una linterna en la mano. La luna llena
Asomaba entre unas nubes alargadas, su luz plateada mostraba una visión limitada
De la huerta, se distinguían los canteros de las verduras con los delgados caminos
Que la dividían, pero bajo los árboles frutales caía negra sombra.
Un ruido repentino les llamó la atención, algo andaba corriendo por la huerta.
- Debe ser un perro, espero que no me haya pisoteado las acelgas - dijo Ignacio.
Salió a la frescura de la noche llevando una linterna en la mano. La luna llena
Asomaba entre unas nubes alargadas, su luz plateada mostraba una visión limitada
De la huerta, se distinguían los canteros de las verduras con los delgados caminos
Que la dividían, pero bajo los árboles frutales caía negra sombra.
Un ruido de ramas que
se agitaban lo hizo caminar hacia los naranjos. Mientras
Escudriñaba en sus sombras enfocó a un inmenso perro que cruzó al trote.
Solo lo vio por un instante, el perro en veloz huída se escabulló entre los árboles y
Se lo oyó alejarse de la huerta. Pero aquel instante fue suficiente para causarle una
Fuerte impresión. En aquella fracción tan corta de tiempo el perro miró a Ignacio, y
En su cabeza redondeada se notaron sus rasgos humanos.
Ignacio entró a la casa con la cara pálida por el miedo. Su esposa, que aún cenaba
No lo advirtió.
- Era un perro, ya se fue - dijo Ignacio anticipándose a la posible pregunta de Mabel.
Le mintió a su esposa para no asustarla. Lo que vio era un hombre lobo, con cuerpo
De perro y cabeza humana, y en aquella cabeza humana distinguió el rostro de uno
De sus vecinos.
Escudriñaba en sus sombras enfocó a un inmenso perro que cruzó al trote.
Solo lo vio por un instante, el perro en veloz huída se escabulló entre los árboles y
Se lo oyó alejarse de la huerta. Pero aquel instante fue suficiente para causarle una
Fuerte impresión. En aquella fracción tan corta de tiempo el perro miró a Ignacio, y
En su cabeza redondeada se notaron sus rasgos humanos.
Ignacio entró a la casa con la cara pálida por el miedo. Su esposa, que aún cenaba
No lo advirtió.
- Era un perro, ya se fue - dijo Ignacio anticipándose a la posible pregunta de Mabel.
Le mintió a su esposa para no asustarla. Lo que vio era un hombre lobo, con cuerpo
De perro y cabeza humana, y en aquella cabeza humana distinguió el rostro de uno
De sus vecinos.
La niña del panteón
Hace ya algunos años un grupo
de jóvenes platicaba cerca de un cementerio, ellos se encontraban
tranquilamente fuera de una tienda, comenzaron a contar historias de miedo,
hubo uno que llamo la atención de todos, ya que la historia había sucedido en
el cementerio que se encontraba a unas calles, según la leyenda por las noches
un hombre se aparecía en el cementerio y caminaba por el lugar.
Uno de los jóvenes reto a dos de ellos para que entraran al cementerio, ambos aceptaron, debían cruzar el cementerio, el resto de los amigos los esperarían del otro lado. Los jóvenes entraron pero pronto se perdieron, no lograban encontrar la salida, unos minutos después observaron como una niña salía de la oficina del cementerio, ellos rápidamente fueron a encontrarla y pedir direcciones, ella con gusto los guio a una de las murallas del cementerio, al llegar les dijo que ella siempre salía por ahí, los dos jóvenes se observaron y le preguntaron cómo salía si la muralla era alta y no había forma de que una niña la escalara sola, en eso la niña solo se rio y dijo que ella salía así, de pronto solo dio media vuelta y atravesó la muralla.
Uno de los jóvenes reto a dos de ellos para que entraran al cementerio, ambos aceptaron, debían cruzar el cementerio, el resto de los amigos los esperarían del otro lado. Los jóvenes entraron pero pronto se perdieron, no lograban encontrar la salida, unos minutos después observaron como una niña salía de la oficina del cementerio, ellos rápidamente fueron a encontrarla y pedir direcciones, ella con gusto los guio a una de las murallas del cementerio, al llegar les dijo que ella siempre salía por ahí, los dos jóvenes se observaron y le preguntaron cómo salía si la muralla era alta y no había forma de que una niña la escalara sola, en eso la niña solo se rio y dijo que ella salía así, de pronto solo dio media vuelta y atravesó la muralla.
El diablo en pañales
Esta
leyenda mexicana tiene origen en cercanías de Morelos, donde vivía una hermosa joven, pretendida por muchos hombres
de la región. Ella se negaba constantemente a los pretendientes hasta que
conoció a un enigmático jinete, que se ofreció a llevarla en su caballo hasta
su morada. Luego de algunos días finalmente cayó rendida a sus encantos y se
casó con el intrigante visitante.
La
joven quedó embarazada, y el sujeto desapareció de la faz de la tierra, pero la
gestación siguió su curso normal hasta los 8 meses cuando nació un hermoso
bebe, algo extraño ya que era muy ágil y despierto. Al cumplir los 6 meses, se
decidieron ir a bautizarlo por lo que su madrina era la encargada de llevarlo a
la iglesia. Cuando iban camino a ese lugar y en medio de un río, una
voz lúgubre salió de la boca del bebe diciendo – Madrina ya puedo hablar, ya
tengo dientes, y te voy a matar-, tras lo cual asesinó a su madrina y
desapareció en medio del agua….
Para
los lugareños no quedan dudas que se trata del hijo del Diablo y que cada
cierto tiempo suele aparecer por los caminos y haciendas, asustando a los seres
humanos y a las bestias, incluso matando a varios de ellos.
La
leyenda afirma que en los caminos rurales, suele oírse el llanto de un bebé y
quienes lo recogen y lo alzan, sienten un tremendo dolor en su brazo, ya que el
“bebé” los está mordiendo para luego desaparecer en forma misteriosa.
La novia
La chica observa la
luna a través de la ventana, es la única iluminación que hay en la pequeña
casita, todo el lugar está a oscuras, pero curiosamente ella no siente miedo,
las lágrimas que corrieron por sus mejillas momentos antes se han secado, y
sólo quedan un par de líneas oscuras como testigos de su melancolía, sobre sus
piernas está recostado su novio, el amor de su vida, el único chico que ha
sabido tratarla de entre toda la galería de imbéciles con los que ha salido,
sus ojos, su sonrisa, sus labios, su nariz, ese hermoso rostro al que tanto
ama, la mira con infinita felicidad, ella, sonriendo, observa a su novio
iluminado por la luna llena, enternecida, acerca sus labios a los de él y lo
besa, y ambos se dan un apasionado y tierno beso…
Meses antes de esto, la feliz pareja tenía problemas que podrían calificarse de insalvables, él había sido todo para ella, pero había (siempre hubo) un problema, no fue el hecho de que ella lo botó por otro en más de una ocasión, tampoco lo fue su vicio de andar persiguiendo experiencias nuevas, a costa de lo que fuera, tampoco lo era el hecho de que después de andar vagando de relación en relación, ahora que la chica sentía que la juventud se le escapaba rápidamente, quisiera regresar con él… o no, la verdadera razón (aunque las otras también pesaban) por la que él ya no quería verla ni tener relación alguna con ella era su maldita adicción a las drogas…
Pero ahora nada de eso importaba, luego de que él la rechazara, gritándole en medio de aquél centro comercial que dejara de acosarlo, que dejara de buscarlo, que lo dejara ser libre y hacer su vida, él había ido hasta la pequeña casita de la chica, y ahí habían podido, por fin, resolver todos sus problemas, ahora, nada se interponía entre ellos y la felicidad eterna…
Él fue paciente, intentó primero que ella reconociera que tenía un problema, y se ganó de esa forma sus primeros cuernos, ella le dijo que la dejara en paz y el chico obedeció, hasta aquella madrugada en que lo despertó una llamada de auxilio, la chica no sabía donde estaba, ni cómo había llegado ahí, ni mucho menos con quién estaba, pero si sabía que estaba aterrada y en medio del peor viaje de toda su vida, cual caballero andante, él fue a rescatarla, logró que la chica aceptara ir a rehabilitación, pero pocos meses después, ella se dio de alta sola, por unos cuantos días, el novio tuvo la vana ilusión (que siempre da el amor) de que ella ya estaba curada…
Ahora, los ojos de ambos no dejaban de mirarse, embebidos de amor, ella empezó a arrullarlo como solía hacerlo cuando dormían juntos, sonreía, y una felicidad inacabable inundaba su corazón, nunca pudo apartar los ojos de ese chico, él era su mundo, y ahora estarían juntos por siempre, la chica le dijo:
- Te amo y siempre te amaré.- y gozó hasta el llanto cuando escuchó la voz de su chico contestar:
- Yo también… Ambos siguieron mirándose sonreír…Con la segunda recaída, el chico le lanzó un ultimátum, y se ganó sus segundos y terceros cuernos, ella, convencida de que necesitaba libertad sin límites y que al lado de ese desabrido y aburrido muchacho no la encontraría jamás, optó por abandonarlo de nuevo y lanzarse a la aventura, cinco años pasaron de este modo, ella tropezó de relación en relación, de amante en amante, de droga en droga, de borrachera en borrachera… de vicio en vicio, hasta que una mañana se percató de su situación, la pequeña casita estaba ocupada por gente que ella ni conocía, todos los rincones estaban llenos de mugre y suciedad, la casa en general parecía abandonada y estaba llena de adictos, fue cuando se dio cuenta del horrible estado en que la había sumido su idea de libertad, fue cuando empezó a buscarlo, a pedir su ayuda, a pedirle perdón, a rogarle que le diera otro chance, que la ayudara a rehacer su vida, que no la dejara morir, porque sin ti, querido, voy a morir en menos de lo que te imaginas…
- ¡Deja de estarme fastidiando! ¡Estoy harto de ti, tuviste mil oportunidades y todas las echaste a la basura, estúpida! ¡Deja de acosarme! ¡Déjame hacer mi vida!...
- Pero mi amor, yo no puedo vivir sin ti…
- ¿Que no puedes vivir sin mí? ¿Cuántas veces me dijiste que no me necesitabas?, además, ¿Ya te viste en un espejo? ¿Ya te diste cuenta de la forma en que arruinaste todo lo bello que había en ti? – ella, al borde del llanto, dijo:
- Pe-pero…- ¡No quiero escucharte decir nada más! ¡Desaparece! ¡Lárgate de mi vida! ¡Ahora soy yo quien quiere ser libre y no volver a verte nunca más! ¿Qué te parece eso?...
Ella sabía, sin embargo, que todo era un error, y quería enmendarlo, de modo que mandó a una de sus amigas a que lo convenciera de visitarla, luego de una semana de estar ahuyentando a sus amigos adictos, y arreglando la casa lo mejor que pudo, esperaba poder convencerlo de darle una última oportunidad…Cuando el chico llegó hasta la casita donde había dormido tantas veces con ella entre sus brazos, de inmediato notó el abandono y la mugre que lo dominaba todo, se asombró de encontrar objetos que obviamente no pertenecían a la chica, abandonados como si sus dueños hubieran escapado de repente…La casa estaba iluminada por velas, ella estaba de pie, con los brazos detrás de la espalda, parecía una niña dispuesta a escuchar un regaño de sus padres, él siempre le había dicho que cuando adoptaba esa postura parecía una linda chiquilla traviesa y juguetona, era la misma postura que adoptaba cuando quería pedirle un favor a alguien, o cuando quería que la perdonaran, fue la misma postura que adoptó cuando se conocieron, cuando ella derramó su café por accidente sobre el traje favorito del chico, durante años sintió un intenso cariño al evocar esa imagen, ahora, en medio de la mugre y debido al estado de la chica, la imagen le provocaba ciertas dosis de asco y vergüenza, algo había, sin embargo, en la amplia sonrisa de la chica…Ahora los dos reposaban, ella seguía arrullándolo, todo estaba bien, ahora todo estaba bien, la chica lo miró a los ojos, habían platicado por horas, las velas se habían extinguido hacía mucho, pero ya todo estaba bien, lo miró a los ojos y dijo:- Ahora sí podremos estar juntos por siempre…- Así es mi amor, me di cuenta de lo mucho que me amas, y ahora podremos estar juntos por siempre...Y una profunda sonrisa, repleta de alucinada felicidad, cruzó el rostro de la chica, porque allí, en medio de la sala oscura y tenebrosa, rodeada de velas extinguidas, iluminada horrendamente por las luces de las patrullas, que, alertadas por los gritos, acaban de llegar al lugar, permanece sentada arrullando a su amado, un cuchillo descansa, manchado de sangre fresca y sangre seca, junto a su mano derecha, los policías que empiezan a entrar a la propiedad no pueden creer lo que ven, restos humanos por todas partes, los cuerpos de los “amigos” de la chica, que los asesinó cuando regresó de su último encuentro con su amado, en la cocina, con la cabeza destrozada y metida dentro de la estufa, yace el cuerpo de la amiga que había ido a buscar al chico, la había asesinado antes de que él llegara, estaba tan drogada que jamás se dio cuenta que había vivido rodeada de cadáveres en casa de su amiga durante una semana…Los policías se acercaron con cautela a la sala, donde la chica, empapada en sangre, seguía sentada arrullando el cuerpo sin vida de quien había sido el más fiel de sus novios, el único hombre que de verdad la quiso, la única persona en este mundo que de verdad se preocupaba por ella, en cuanto él llegó la chica lo había degollado, arrullando su cadáver por horas y horas, ahora la luna iluminaba la aterradora escena, los policías escucharon claramente a la chica, que acabó sus días encerrada en un hospital siquiátrico, mientras observaba arrobada los ojos muertos de su chico y repetía:
- Ya todo está bien… ya todo está bien ahora, amor… Te amo… ahora podremos estar juntos para siempre… juntos para siempre… por siempre…
Meses antes de esto, la feliz pareja tenía problemas que podrían calificarse de insalvables, él había sido todo para ella, pero había (siempre hubo) un problema, no fue el hecho de que ella lo botó por otro en más de una ocasión, tampoco lo fue su vicio de andar persiguiendo experiencias nuevas, a costa de lo que fuera, tampoco lo era el hecho de que después de andar vagando de relación en relación, ahora que la chica sentía que la juventud se le escapaba rápidamente, quisiera regresar con él… o no, la verdadera razón (aunque las otras también pesaban) por la que él ya no quería verla ni tener relación alguna con ella era su maldita adicción a las drogas…
Pero ahora nada de eso importaba, luego de que él la rechazara, gritándole en medio de aquél centro comercial que dejara de acosarlo, que dejara de buscarlo, que lo dejara ser libre y hacer su vida, él había ido hasta la pequeña casita de la chica, y ahí habían podido, por fin, resolver todos sus problemas, ahora, nada se interponía entre ellos y la felicidad eterna…
Él fue paciente, intentó primero que ella reconociera que tenía un problema, y se ganó de esa forma sus primeros cuernos, ella le dijo que la dejara en paz y el chico obedeció, hasta aquella madrugada en que lo despertó una llamada de auxilio, la chica no sabía donde estaba, ni cómo había llegado ahí, ni mucho menos con quién estaba, pero si sabía que estaba aterrada y en medio del peor viaje de toda su vida, cual caballero andante, él fue a rescatarla, logró que la chica aceptara ir a rehabilitación, pero pocos meses después, ella se dio de alta sola, por unos cuantos días, el novio tuvo la vana ilusión (que siempre da el amor) de que ella ya estaba curada…
Ahora, los ojos de ambos no dejaban de mirarse, embebidos de amor, ella empezó a arrullarlo como solía hacerlo cuando dormían juntos, sonreía, y una felicidad inacabable inundaba su corazón, nunca pudo apartar los ojos de ese chico, él era su mundo, y ahora estarían juntos por siempre, la chica le dijo:
- Te amo y siempre te amaré.- y gozó hasta el llanto cuando escuchó la voz de su chico contestar:
- Yo también… Ambos siguieron mirándose sonreír…Con la segunda recaída, el chico le lanzó un ultimátum, y se ganó sus segundos y terceros cuernos, ella, convencida de que necesitaba libertad sin límites y que al lado de ese desabrido y aburrido muchacho no la encontraría jamás, optó por abandonarlo de nuevo y lanzarse a la aventura, cinco años pasaron de este modo, ella tropezó de relación en relación, de amante en amante, de droga en droga, de borrachera en borrachera… de vicio en vicio, hasta que una mañana se percató de su situación, la pequeña casita estaba ocupada por gente que ella ni conocía, todos los rincones estaban llenos de mugre y suciedad, la casa en general parecía abandonada y estaba llena de adictos, fue cuando se dio cuenta del horrible estado en que la había sumido su idea de libertad, fue cuando empezó a buscarlo, a pedir su ayuda, a pedirle perdón, a rogarle que le diera otro chance, que la ayudara a rehacer su vida, que no la dejara morir, porque sin ti, querido, voy a morir en menos de lo que te imaginas…
- ¡Deja de estarme fastidiando! ¡Estoy harto de ti, tuviste mil oportunidades y todas las echaste a la basura, estúpida! ¡Deja de acosarme! ¡Déjame hacer mi vida!...
- Pero mi amor, yo no puedo vivir sin ti…
- ¿Que no puedes vivir sin mí? ¿Cuántas veces me dijiste que no me necesitabas?, además, ¿Ya te viste en un espejo? ¿Ya te diste cuenta de la forma en que arruinaste todo lo bello que había en ti? – ella, al borde del llanto, dijo:
- Pe-pero…- ¡No quiero escucharte decir nada más! ¡Desaparece! ¡Lárgate de mi vida! ¡Ahora soy yo quien quiere ser libre y no volver a verte nunca más! ¿Qué te parece eso?...
Ella sabía, sin embargo, que todo era un error, y quería enmendarlo, de modo que mandó a una de sus amigas a que lo convenciera de visitarla, luego de una semana de estar ahuyentando a sus amigos adictos, y arreglando la casa lo mejor que pudo, esperaba poder convencerlo de darle una última oportunidad…Cuando el chico llegó hasta la casita donde había dormido tantas veces con ella entre sus brazos, de inmediato notó el abandono y la mugre que lo dominaba todo, se asombró de encontrar objetos que obviamente no pertenecían a la chica, abandonados como si sus dueños hubieran escapado de repente…La casa estaba iluminada por velas, ella estaba de pie, con los brazos detrás de la espalda, parecía una niña dispuesta a escuchar un regaño de sus padres, él siempre le había dicho que cuando adoptaba esa postura parecía una linda chiquilla traviesa y juguetona, era la misma postura que adoptaba cuando quería pedirle un favor a alguien, o cuando quería que la perdonaran, fue la misma postura que adoptó cuando se conocieron, cuando ella derramó su café por accidente sobre el traje favorito del chico, durante años sintió un intenso cariño al evocar esa imagen, ahora, en medio de la mugre y debido al estado de la chica, la imagen le provocaba ciertas dosis de asco y vergüenza, algo había, sin embargo, en la amplia sonrisa de la chica…Ahora los dos reposaban, ella seguía arrullándolo, todo estaba bien, ahora todo estaba bien, la chica lo miró a los ojos, habían platicado por horas, las velas se habían extinguido hacía mucho, pero ya todo estaba bien, lo miró a los ojos y dijo:- Ahora sí podremos estar juntos por siempre…- Así es mi amor, me di cuenta de lo mucho que me amas, y ahora podremos estar juntos por siempre...Y una profunda sonrisa, repleta de alucinada felicidad, cruzó el rostro de la chica, porque allí, en medio de la sala oscura y tenebrosa, rodeada de velas extinguidas, iluminada horrendamente por las luces de las patrullas, que, alertadas por los gritos, acaban de llegar al lugar, permanece sentada arrullando a su amado, un cuchillo descansa, manchado de sangre fresca y sangre seca, junto a su mano derecha, los policías que empiezan a entrar a la propiedad no pueden creer lo que ven, restos humanos por todas partes, los cuerpos de los “amigos” de la chica, que los asesinó cuando regresó de su último encuentro con su amado, en la cocina, con la cabeza destrozada y metida dentro de la estufa, yace el cuerpo de la amiga que había ido a buscar al chico, la había asesinado antes de que él llegara, estaba tan drogada que jamás se dio cuenta que había vivido rodeada de cadáveres en casa de su amiga durante una semana…Los policías se acercaron con cautela a la sala, donde la chica, empapada en sangre, seguía sentada arrullando el cuerpo sin vida de quien había sido el más fiel de sus novios, el único hombre que de verdad la quiso, la única persona en este mundo que de verdad se preocupaba por ella, en cuanto él llegó la chica lo había degollado, arrullando su cadáver por horas y horas, ahora la luna iluminaba la aterradora escena, los policías escucharon claramente a la chica, que acabó sus días encerrada en un hospital siquiátrico, mientras observaba arrobada los ojos muertos de su chico y repetía:
- Ya todo está bien… ya todo está bien ahora, amor… Te amo… ahora podremos estar juntos para siempre… juntos para siempre… por siempre…
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